Matthew Honan, reportero de Wired, emprendió una investigación potencialmente suicida para sus propias redes sociales: durante 48 horas (según él, no pudo soportar más) dio Like a todas las publicaciones que aparecieron en sus Noticias de Facebook. No importa que se tratara de un bombardeo en Gaza repleto de propaganda pro-israelí, de un artículo sobre las vacas transgénicas o un mal chiste de un contacto con el que no habla desde la primaria: por 48 horas, Honan decidió que le gustaría todo lo que Facebook pusiera en su camino.
Las consecuencias fueron desagradables.
Dar “Me gusta” es un acto económico
Los Likes son una nueva referencia métrica tanto de éxito individual como corporativo: las campañas de publicidad y su penetración en las redes sociales cuentan solamente con este acto solitario de solidaridad (el Like) para medir qué tan bien funcionan sus estrategias de comunicación.
En otras palabras, los Likes no son solamente un gesto de aprobación de cosas que efectivamente nos gustan, sino que tienen consecuencias económicas importantes para las empresas y marcas; es por eso que se pelean desesperadamente nuestros pulgares arriba.
¿Pero cómo se comporta el algoritmo de Facebook cuando comienzas a comportarte como un ser inseguro que miente y afirma que le gustan cosas que no le gustan? Comienzas a comportarte como un robot; y los robots lo notan, haciéndote parte de ellos.
Y es que según Honan:
Facebook utiliza algoritmos para decidir qué mostrar en tus noticias. No es solamente un desfile de actualizaciones secuenciales de tus amigos y de cosas por las que has expresado algún interés. En el 2014, el News Feed es una presentación curatorial estilizada, que se te entrega según una complicada fórmula basada en las acciones que realizas en el sitio y a través de la red.
La meta de Honan era tratar de ver qué pasaba con este algoritmo cuando el usuario parecía gustar de todo absolutamente, “como si le dijera continuamente ‘muy bien, robot, me gusta esto’”.
Antes de las primeras 24 horas, Honan notó las primeras consecuencias. De hecho, “luego de revisar y dar Like a un montón de cosas en el curso de la primera hora, ya no habían seres humanos en mis noticias. Todo se volvió marcas y sus mensajes, en lugar de humanos y sus mensajes.”
La secuencia con la que aparecían los posts después de las primeras 24 horas fue esta:
Huffington Post, Upworthy, Huffington Post, Upworthy, un comercial de Levi’s, Space.com, Huffington Post, Upworthy, The Verge, Huffington Post, Space.com, Upworthy, Space.com.
Para Honan, “los robots de Facebook decidieron que la manera de conservar mi atención era esconder a toda la gente y mostrarme solamente las cosas que otras máquinas hacían. Extraño.”
Las consecuencias propiamente “sociales” (es decir, de interacciones propiamente humanas, en un sentido que tal vez en 2014 ya sea anacrónico), fueron que los amigos de Honan comenzaron a quejarse con él o preguntarle si había sido hackeado, pues sus Noticias estaban llenas de cosas a las que que Honan había dado Like.
“Al darle Like a todo, convertí mi Facebook en un lugar donde no había nada que me gustara.”
El botón “Me Gusta” probablemente será recordado por las generaciones futuras como un acuerdo civilizatorio que le quitó a los humanos la responsabilidad sobre sus gustos individuales en favor de las máquinas; la historia de Honan es solamente un experimento inofensivo de lo que podrían convertirse las interacciones sociales en un futuro cercano, si dejamos que nuestra actividad online se vuelva una serie de automatismos inconscientes.
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